martes, 6 de enero de 2015

¿ERA NECESARIO QUE JESÚS SE BAUTIZARA?

Evangelio según San Marcos 1,7-11 (11 de enero del 2015)

En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.» 
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. 
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»



Reflexión:

A pesar de ser este un evangelio corto, es uno de los evangelios con mayor mensaje para los cristianos de todos los tiempos. Y es que Juan, conocido como el último profeta, como la voz que grita en el desierto, nos da claros mensajes de salvación y de virtud cristiana, que todos los cristianos debemos reconocer.

Y es que ¿quién se puede imaginar a un hombre predicando en el desierto, vestido con ropas sencillas, siendo un profeta popular y respetado? Aparentemente esas características harían que la gente se alejara de él, pero cuando obra Dios en nosotros, el silencio se vuelve ruido y la soledad en compañía, esta fue la clave de Juan, el bautista para ganar tantos adeptos que oían y cumplían su mensaje, no necesitaba de mucho porque tenía todo, él estaba con Dios y eso le daba la autoridad y la fuerza para predicar.

Tal era la fama de Juan, el bautista, que se pensaba que era Elías que había vuelto. Una forma de saberlo es cuando los mismos fariseos se lo preguntaron; sin embargo ¿por qué un hombre que había ganado tanta fama no se hundió en ella y cayó en la soberbia? La respuesta es simple, desde un inicio, aún desde el vientre de su madre[1], reconoció totalmente a Jesús como su señor; y digo totalmente, porque puso toda su fe en Él y cuando tenemos fe, no hay nada en este mundo, más grande, que pueda desviar nuestra mirada de Dios.

Las palabras de Juan “detrás de mi viene quien puede más que yo y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias” es una muestra total de humildad que pocos de nosotros -incluyéndome- podría decirlo de todo corazón. Es como cuando somos niños y nos sabemos débiles, sabemos que quien sí puede hacer aquello que nosotros no pudimos, son nuestros padres, ellos son más fuertes, más grandes y no tenemos miedo ni vergüenza en reconocerlo; sabemos que cuando nos portamos mal,  no somos dignos de tanto amor y perdón recibido, es así como logro entender las palabras de Juan, que sabe que es también hijo de Dios y al mismo tiempo pecador, como todo hombre.

El evangelio nos relata que por aquel entonces Jesús llegó a bautizarse y la primera pregunta que nos podemos hacer es: ¿Era necesario que Jesús se bautizara?
En primer lugar debemos saber que Juan bautizaba con la finalidad de una conversión[2]  y de arrepentimiento y es el mismo Jesús quien le pidió a Juan ser bautizado, ¿por qué? ¿Por qué necesitaba expiar sus pecados? Como sabemos, Jesús es el hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad,  y por lo tanto no tenía pecado alguno, es más, nació de una madre inmaculada de todo pecado, por lo que no era necesario ser bautizado, entonces ¿por qué lo hizo? La respuesta podría ser porque más que ser un requisito para ser hijo de Dios, para convertirse y dejar atrás una vida mundana, su intención es ser parte del reino planeado por Dios, de pasar de ser el salvador a ser parte de la salvación, como todos los somos cuando también fuimos bautizados. Jesús en el transcurso de su vida no es el salvador que se aparta del pueblo sino el salvador que quiere salvar el mundo junto con su pueblo, es por ello el por qué tuvo apóstoles y discípulos. Por último, Jesús se identifica con las vías de salvación, porque a pesar de que el bautismo que hacía Juan era solo de agua (como él lo decía), Jesús acepta con toda humildad ser partícipe de ello y así lograr una identificación con el Padre.

Hoy en día, se escucha mucho decir a aquellos que no siguen las enseñanzas de nuestra Iglesia Católica, que para el bautismo, las personas deben ser mayores de edad y decidir si quieren o no pertenecer a Iglesia de Cristo; sin embargo, se olvidan que un recién nacido necesita un nombre, un apellido que lo identifique como hijo de su padre o de su madre, así también el bautismo nos identifica como hijos de Dios. La pregunta es ¿queremos llamarnos hijos de Dios? Los cristianos debemos saber que los sacramentos y deberes que tenemos con nuestra iglesia nos identifican como hijos de Dios.


Por.- César Augusto Llontop Santisteban




[1] Lc. 1,41: “Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo”
[2] Mt. 3, 5-6: “Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados”

2 comentarios:

  1. "¿por qué un hombre (juan bautista) que había ganado tanta fama no se hundió en ella y cayó en la soberbia? La respuesta es simple, desde un inicio, aún desde el vientre de su madre, reconoció totalmente a Jesús como su señor; y digo totalmente, porque puso toda su fe en Él y cuando tenemos fe, no hay nada en este mundo, más grande, que pueda desviar nuestra mirada de Dios.".... Interesant la mirada del evangelio de ésta semana; me dejó pensando ese párrafo, es importante no desviar la mirada de Jesús, eso hace que tu vida tenga sentido y tenga un propósito mayor!

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  2. Muy buena reflexión César! mis saludos! :D

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