Iñigo fue su nombre de pila,
que luego cambiaría por Ignacio. Y Loyola fue su lugar de origen, en el país
vasco español. San Ignacio de Loyola perteneció a una familia importante en su
tierra, desde niño soñaba con ser un caballero de la corte y casarse con alguna
dama de alcurnia. Pero la vida invitaba al pequeño Iñigo a recorrer caminos
distintos. Una bala de cañón en la pierna cambiaría sus planes. De vuelta a la
casa familiar y después de leer vidas de santos, empieza su camino de
conversión, proceso que lo llevará a buscar nuevos horizontes.
"El peregrino", como Ignacio quiso denominarse, sale
en busca de Dios, dispuesto a recorrer el mundo, primero como mendigo y luego
como estudiante universitario. Barcelona, Jerusalén, Alcalá de Henares,
Salamanca, París. Solo y a pie va recorriendo ciudades y encontrando gente para
hablarles de Dios. Pero es solo cuando Ignacio comprende que lo importante no
es hacer lo que él considera heroico, sino escuchar y dejarse llevar por la
voluntad de Dios, que su vida cambia realmente.
Ignacio gustaba de anotar cuidadosamente aquello que se movía en su interior. De ello surgen sus “Ejercicios Espirituales”, gracias a los cuales logra consolidar un grupo de amigos con sueños compartidos. Finalizados los estudios, y luego de ser recibidos por el Papa, los “primeros compañeros” se reúnen en Roma y eligen a Ignacio de Loyola como primer Superior General de la Compañía de Jesús. Aquel Iñigo que soñaba con ser caballero del Rey se había convertido en servidor del “Rey Eternal”.
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