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miércoles, 8 de julio de 2015

SEÑOR, A TI ME ENTREGO



Señor, ten mis manos, con ellas quiero tu obra hacer, a cualquiera de mis hermanos, practicando tu amor y tu bondad, tal cual Tú lo harías.
Señor, ten mis pies, con ellos, quiero andar junto al más pobre, lo que me pidas haré, sirviendo con humildad, dónde Tú me mandes, por ti iré, Más al entregarme necesito Tu ayuda Tu Espíritu deseo en mí; para que al servir yo a otros, ellos puedan sentirte a ti.
Señor, ten mi boca, con ella quiero tu ley declarar; lo que me mandes diré, con certeza y claridad, para que crea el que quiera escuchar.
Señor, ten mi corazón, Purifícalo en la forma que creas más conveniente, Para poder ser partícipe de la vida eterna a tu lado.
Amén

POR.- DANIEL PERLECHE

martes, 7 de julio de 2015

«Yo, misionero sin equipaje era los ojos del ciego y del cojo los pies»

Evangelio Marcos 6, 7-13
En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y decía:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.


Lo que Dios pide es la sencillez ante todo, recuerdo la parte de la biografía de San Ignacio de Loyola cuando teniendo muy poco para poder ir a Jerusalén, se arriesgaba por la misión que Dios le había encargado, dejando de lado muchas comodidades, dejando de lado las necesidades como ser humano, adentrándose a la providencia de Dios, y a su propósito para con él.

Es en ello un ejemplo nuestro Santo, tan olvidado de si mismo para entregarle todo su ser a la misión de predicación del Evangelio y la ayuda al prójimo, la caridad y el amor emanado a sus hermanos, y muchas veces recalcado por San Agustín también en sus oraciones y peticiones:

Que todo lo haga siempre por ti
Que renuncie a lo mío y que te siga a ti.
Que quiera ser pobre por amor a ti.
Concédeme la gracia para gozar siempre de ti.
Envío discípulos para la conversión de los hermanos.
Cristo mira y carga sobre sí nuestras flaquezas y miserias, y nos llama a una vida nueva diciendo: ¡Conviértanse y crean en la Buena Noticia!, y también envía sus discípulos para ello.
Entonces, por una parte, hay que rezar como si todo dependiera de Dios y, por otra, anunciar a todos su evangelio con palabras y con obras de amor, justicia, reconciliación, paz
En este sentido, y empezando por casa, debemos abrir los ojos a nuestro día a día, estudiando y analizando caminos y formas para cristianizar nuestra sociedad, pero, lo primero es mantener con Jesús una íntima y profunda comunicación, de tal manera que todo aquello que digamos o hagamos nos salga de adentro, como algo que vivimos con entusiasmo, en el cual con sólo vivir prediquemos el evangelio. Lo importante de nuestra acción  es hacer cada vez mejor lo que siempre hacemos en el hogar, la calle, el trabajo, donde sea, hacerlo con mentalidad cristiana, con criterio evangélico, aunque a veces choquemos con quienes no creen. Lo que dice Jesús: Estar en el mundo sin ser mundanos, vivir al estilo de Jesús, aunque el mundo nos odie. ¡Y ese testimonio es más efectivo quizá que algo muy preparado y leído!
Se ha visto en las noticias miles de jóvenes llegados a Ecuador para celebrar la misa con el Papa. Lo que más impresiona es el gozo y el entusiasmo de los presentes. Se ve realmente que para los jóvenes que están viviendo ese encuentro vivir y anunciar el Evangelio no es un peso aceptado sólo por deber, sino una alegría, un privilegio, algo que hace la vida más bella de vivir. 
Envío de  discípulos para la curación de los enfermos.
La caridad con los más necesitados es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios.

Sabiduría del corazón es servir al hermano Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son “ojos del ciego” y “del cojo los pies”. Personas que están junto a los enfermos que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, puede volverse fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia.

El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Ella es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido para ser servido, sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos»  y muchos nos olvidamos de la dimensión de ser gratos, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: «A mí me lo hicisteis»

Pidamos al Espíritu Santo que nos de la gracia de comprender el valor del acompañamiento, que su gracia nos lleve a dedicar un tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que necesitan de nuestra cercanía y de nuestro afecto, porque con ello, ellos se sienten más amados y consolados

POR.- SILVANA CARDENAS