Evangelio según San Marcos 9, 2-10
Cuando era niña y hasta hace poco cada vez que escuchaba en
el evangelio el término transfiguración se me hacía muy difícil darle sentido; ya
que además de ser una palabra extraña, presentaba
también un significado complicado, pues es “un cambio de forma o figura”, al
intentar darle sentido me preguntaba: ¿Cómo pudo Jesús transformarse,
transformarse en que..?
Intentaba indagar más acerca del término, encontrando para
ello infinidad de explicaciones, pero, no fue hasta que encontré esta frase,
que me di cuenta de la esencia de aquel pasaje bíblico y del como Pedro,
Santiago y Juan puedo sentirse al contemplar tal situación; explica Santa
Teresita de Jesús que es: “sentirse como un pajarillo que contempla la luz del
sol, sin que su luz lo lastime”.
En definitiva, la sensación es algo inexplicable, pero que
ciertamente colma con ese resplandor de felicidad infinita. Es por ello que el
evangelio de hoy es una invitación a contemplar el rostro radiante de Cristo en
el misterio de la transfiguración.
Sin embargo, tal vez este rostro radiante de Jesús
transfigurado no impide que sus discípulos sientan cierto temor en medio de la
majestad divina que están contemplando sus ojos, de allí que nosotros al
experimentar la gloria de Dios: ¿acaso nos sentimos temerosos?, temerosos de
sabernos tan pequeños, respecto a su grandeza, temerosos de no sentirnos
merecedores de tal resplandor; pero tal temor también es aquel que nos empuja con
una llamada urgente a la adoración y a la santidad.
El Santo Padre Benedicto XVI habla de la
transfiguración como: la invitación a alejarse del ruido de la vida
diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada
día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde se
discierne el bien y el mal y fortalece la voluntad de seguir al Señor”.
Esto nos invita a reflexionar acerca de nuestra vida, cayendo
en la cuenta que ésta necesita conversión y cambio, así mismo este pasaje nos
anima a mantenernos despiertos para ver las horas y momentos en que se nos abre
el cielo, resplandece el sol, o nos iluminan las estrellas. El hecho de subir
al monte para estar con Jesús, es importante para escucharle y recargarnos de
energía para continuar nuestro camino, que está lleno de subidas y bajadas. Nos
invita a demás a buscarlo en todos lados: en la oración, en los sacramentos, en
nuestras familias, en el trabajo, en cada uno de los sucesos de la vida diaria,
encontrando en el rostro de Jesús transfigurado nuestra felicidad.
POR.- ROSA JOSEFINA RONCAL E.
0 comentarios:
Publicar un comentario