Evangelio Marcos 6, 7-13
En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y decía:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Lo que Dios pide es la sencillez
ante todo, recuerdo la parte de la biografía de San Ignacio de Loyola cuando
teniendo muy poco para poder ir a Jerusalén, se arriesgaba por la misión que
Dios le había encargado, dejando de lado
muchas comodidades, dejando de lado las necesidades como ser humano,
adentrándose a la providencia de Dios, y a su propósito para con él.
Es en ello un ejemplo nuestro
Santo, tan olvidado de si mismo para entregarle todo su ser a la misión de
predicación del Evangelio y la ayuda al prójimo, la caridad y el amor emanado a
sus hermanos, y muchas veces recalcado por San Agustín también en sus oraciones
y peticiones:
Que todo lo haga siempre por ti
Que renuncie a lo mío y que te
siga a ti.
Que quiera ser pobre por amor a
ti.
Concédeme la gracia para gozar
siempre de ti.
Envío discípulos para la conversión de los hermanos.
Cristo mira y carga sobre sí nuestras flaquezas y miserias, y nos
llama a una vida nueva diciendo: ¡Conviértanse y crean en la Buena Noticia!, y
también envía sus discípulos para ello.
Entonces, por una parte, hay que rezar como si todo dependiera de
Dios y, por otra, anunciar a todos su evangelio con palabras y con obras de
amor, justicia, reconciliación, paz
En este sentido, y empezando por casa, debemos abrir los ojos a
nuestro día a día, estudiando y analizando caminos y formas para cristianizar
nuestra sociedad, pero, lo primero es mantener
con Jesús una íntima y profunda comunicación, de tal manera que todo aquello
que digamos o hagamos nos salga de adentro, como algo que vivimos con
entusiasmo, en el cual con sólo vivir prediquemos el evangelio. Lo
importante de nuestra acción es hacer
cada vez mejor lo que siempre hacemos en el hogar, la calle, el trabajo, donde
sea, hacerlo con mentalidad cristiana, con criterio evangélico, aunque a veces
choquemos con quienes no creen. Lo que dice Jesús: Estar en el mundo sin ser
mundanos, vivir al estilo de Jesús, aunque el mundo nos odie. ¡Y ese testimonio
es más efectivo quizá que algo muy preparado y leído!
Se
ha visto en las noticias miles de jóvenes llegados a Ecuador para celebrar la
misa con el Papa. Lo que más impresiona es el gozo y el entusiasmo de los
presentes. Se ve realmente que para los jóvenes que están viviendo ese
encuentro vivir y anunciar el Evangelio
no es un peso aceptado sólo por deber, sino una alegría, un privilegio, algo
que hace la vida más bella de vivir.
Envío de discípulos para la
curación de los enfermos.
La caridad con los más necesitados
es una actitud infundida por el Espíritu
Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los
hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios.
Sabiduría del corazón es servir al
hermano Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras,
sino con su vida radicada en una fe genuina, y son “ojos del ciego” y “del cojo
los pies”. Personas que están junto a los enfermos que tienen necesidad de una
asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para
alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo,
puede volverse fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos
días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante
años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué
gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo
particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la
misión de la Iglesia.
El tiempo que se pasa junto al
enfermo es un tiempo santo. La caridad
tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles.
Ella es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no
ha venido para ser servido, sino para servir y a dar su vida como rescate por
muchos» y muchos nos olvidamos de la
dimensión de ser gratos, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo,
detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella
palabra del Señor, que dice: «A mí me lo
hicisteis»
Pidamos al Espíritu Santo que nos de la gracia
de comprender el valor del acompañamiento, que su gracia nos lleve a dedicar un
tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que necesitan de nuestra cercanía y de nuestro afecto, porque con ello,
ellos se sienten más amados y consolados.
POR.- SILVANA CARDENAS